lunes, 2 de abril de 2012

Malvinas y la sociedad argentina

Por Eduardo Galli                                                              

     
El argumento de la autodeterminación que emplea el grupo de “notables” nacidos en Argentina que apoyan sin rodeos a Gran Bretaña, fue descartado permanentemente por la comunidad internacional: veredicto que sólo es rechazado por la misma gavilla que invadió Irak y Afganistán y ahora por estos agudos pensadores.
¿Conocerán que para asegurarse el resultado de la “autodeterminación” el gobierno británico prohíbe la radicación de argentinos en las islas?
El abandono del pedido de soberanía llevaría a justificar que cualquier país que tuviera la suficiente fuerza militar (ellos conocen cuáles son)  cómo para expulsar a una población nativa y colocar a un grupo de nacionales en un territorio custodiándolos con sus bayonetas, gozarían, después de unos años, de la soberanía legítima sobre ese territorio.  Tal podría por ejemplo suceder con la Patagonia. Y siempre habría un Kovadloff, un Sebreli, un Romero o una Beatriz Sarlo dispuestos a apoyarlo
                                                                 
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A pesar del acto de  fuerza pura de 1833, cuando Argentina se fue incorporando al mercado mundial como proveedora de productos primarios y compradora de manufacturas, creció progresivamente la “amistad” con Inglaterra sostenida en el importante comercio del que se beneficiaban el imperio y sus socios locales, que en forma casi directa ejercieron el gobierno con los intervalos de Irigoyen y Perón.
Se reforzaba al mismo tiempo la matriz cultural semicolonial que derivaba de aquel esquema de poder. Florecían como hongos periodistas y escritores, militares y políticos, que repiten en diversas modulaciones la voz del amo. 
Así, cuando la guerra estalló, el gobierno del “Proceso”, que combatía la “subversión” en Sud América, supuso que Estados Unidos era nuestro amigo y aliado porque le prestaba su enemigo para que lucháramos contra él. No solo no nos ayudó sino que inmediatamente colaboró militarmente con Inglaterra. Se había confundido la condición de vasallo con la de aliado, y lo que es peor: veríamos repetirse esta triste política derivada de ese error, aún en los años posteriores a la guerra y con gobiernos provenientes de elecciones.
El gobierno de Tatcher tenía una oportunidad de ganar el prestigio interno que venía perdiendo si cortaba la posibilidad de negociaciones impulsadas por el presidente peruano Belaúnde Terry. Este fue el motivo central del hundimiento del crucero General Belgrano: No hubo una palabra de los pacifistas que mencionamos sobre este episodio que costó la vida de 323 argentinos.
Galtieri advirtió en esos días dramáticos que la casi totalidad de los argentinos apoyaban la recuperación y, junto con el hundimiento del Belgrano, ésta fue otra de las razones por las que se decidió “dar batalla”. 
Lejos de ser una acto de irracionalidad por parte del pueblo como se repite tantas veces, el hecho de que después de una gran represión en Plaza de Mayo se haya agolpado una multitud de cientos de miles para apoyar la recuperación de Malvinas, fue un gesto de lucidez, pues mostró que se diferenciaba la dictadura criminal que en ese momento gobernaba la Argentina, del enfrentamiento con el enemigo histórico. 
Así lo comprendió también América Latina incluyendo al gobierno cubano.
Unas horas de enfrentamiento contra las ametralladoras y los misiles británicos apuntados con la ayuda de Estados Unidos, resultaron más didácticos para los militares que varios meses de Escuela de las Américas.    
Por eso fue necesario esconder como enfermos contagiosos a los combatientes que volvían – militares y conscriptos - en lugar de rendirles el gran homenaje popular que merecían, pues ese homenaje hubiera levantado la autoestima y el orgullo nacionales.  Seguramente ese canallesco ocultamiento sembró dudas en muchos de ellos sobre el sentido del sacrificio y de la batalla en la que estuvieron empeñados y fue una de las causas de tantos suicidios.
Cuando el gobierno de Alfonsín decidió continuar con el pago de la deuda externa contraída por la dictadura sin investigarla, incumpliendo sus promesas electorales, y se atrevió a hablar de privatizaciones, el gobierno norteamericano y sus socios locales pudieron despreocuparse: ya no era necesario un gobierno militar para continuar con el saqueo. 
En 1982 no fue el pueblo el que derrotó a la dictadura, como había sucedido en 1972: aunque es doloroso admitirlo fue la derrota de Argentina frente al imperio, y esto no podía sino traer las consecuencias de una serie de gobiernos semicoloniales con formato democrático, cuyo balance hoy podemos realizar con la certeza que dan los hechos históricos:  aumento de la miseria, desindustrialización (la industrialización argentina estuvo siempre entre las principales objetivos de los anglosajones), desarme y extranjerización de la economía.  El continuo aumento de la fraudulenta deuda externa a partir de 1976 a través de todos estos gobiernos, certifica cuantitativamente su naturaleza: hasta el 2003 han entregado el país a sus sucesores peor de lo que lo recibieron.
Sin embargo, la batalla de Malvinas ha contribuido a destruir la concepción de la “unidad hemisférica” que era el pilar geopolítico de la hegemonía norteamericana sobre América del Sur y a fisurar los instrumentos e instituciones que la sostenían como el TIAR, y la OEA.  Contribuyó así a abrir el camino a la unidad sudamericana.

QUE HARIA UN GOBIERNO NACIONAL
1) Actuaría sobre los intereses económicos británicos (como el Banco Barclay). Por ejemplo aplicando la ley 26659 votada por unanimidad.

2) Profundizaría la Unión con América del Sur, tal como ha hecho el gobierno actual.

3)  La Argentina está hoy prácticamente desarmada.  Un gobierno nacional aplicaría una profunda reforma en la carrera militar, y – sobre todo – les daría la convicción de que están para defender a la Patria y que son el último recurso para defender el derecho a la vida de nuestro pueblo.
Un gobierno nacional desarrollaría una industria integrada que culminaría en fabricación local de equipamiento para las fuerzas armadas coordinado con países de América Latina. 

CONCLUSIONES
El sólo hecho de mostrar nuestra voluntad pacifista por estar desarmados y cumplir las resoluciones internacionales, no evitará que nos agredan y nos saqueen cuando llegue el momento.
No se trata de avanzar hacia un nuevo enfrentamiento militar, sino de producir hechos que tiendan a fortalecer a la Nación.
Debe recordarse, sobre todo a los argentinos jóvenes, militares y civiles, y también a la señora presidente de la Nación, que el general Ratenbach sobre cuyo informe se alentó una gran expectativa aunque era conocido hace tiempo, estaba ligado al foco ideológico del imperio y fue un decidido gestor de varios golpes militares antidemocráticos. De esa ideología derivan también los “errores” mas importantes de los altos mandos que señala el informe. Creemos también que esta concepción no es ajena a las conclusiones del informe.
Para el aniversario que se acerca, un gobierno nacional organizaría un gran homenaje público a quienes participaron en el conflicto, sobre todo a los que dieron su vida combatiendo con heroísmo durante la batalla por Malvinas.


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