Por Sebastián Brunengo
Esta claro que las últimas dos elecciones Buenos Aires y Santa Fe han expresado lugares por fuera de la política. Cada vez una parte más grande de los argentinos elige representarse con lugares que están en la sociedad y fuera de la política, que se puede sintetizar en algo que ya hemos escuchado alguna otra vez y que dice más o menos así, son todos iguales. Esta conciencia lleva a una acción conservadora frente a la negación de la esperanza del "Si se pudo, se puede". Parece haber fracasado o sido descartado por el pueblo antes de darle el tiempo necesario para el desarrollo de cualquier política.
Los nuevos modos de aparición en público y técnicas de exposición de los candidatos se basan cada vez más en rasgos y perfiles que se parecen más a su vida privada que a su política, haciendo pie en lo primero ponen en segundo plano lo segundo. El accionar de las prácticas políticas tradicionales comienzan entonces a aparecer ajenas cuando no contrarias al interés del hombre común. La identificación no se realiza con los grandes hombres de la historia nacional, sino con aquellos que aparecen de afuera de la práctica política tradicional. La apuesta por Pino en el 2009 es un caso ejemplo que no pudimos condensar en políticas que afecten la vida concreta del hombre común, al menos en su inmediatez. Hoy la apuesta del pueblo de la ciudad de Buenos Aires recorre el mismo sentido crítico, si tenemos en cuenta que Macri dado por desaparecido cuando la práctica política frente a la debacle neoliberal aparecía en alza en el imaginario popular surge hoy como expresión de su baja. Y junto a este fenómeno se erige como imaginario del poder la posibilidad de negar la acción política popular (movilización, cortes de calles, piquetes, paros, etc.) puesta bajo la lupa de la opinión pública para su deslegitimación.
La elección entre Pino y Macri no parece ser solo de naturaleza ideológica. Su comprobación se halla en la naturaleza del último voto a Pino que llegó a un 13% , del cual el 38% votaría hoy a Macri en el ballotage del 31 de Julio, según una de las últimas encuestas de Poliarquía encargada por el diario la Nación. Es una encrucijada que debe hacernos reflexionar sobre su naturaleza y así poder deslindar la paja del trigo.
Me parece que esta visión de candidatos sobrerecargados de personalidad, oculta a la mayoría la práctica política que ejerce y representa positivamente cada uno de ellos junto a distintos sectores de poder en la sociedad, prevaleciendo nuevamente en la elección del voto.
La aparición de estos personajes florecen del fracaso del modelo, dicho así por el gobierno a modo de escudo ideológico frente a la críticas sobre la política económica y social en el ámbito nacional e internacional.
O se profundiza, y se demuestra así que las prácticas políticas que se originan en el poder delegado en el Estado cumplen con el cometido de mejorar las vidas del común, o el ámbito de lo privado inunda la aparición pública con una moral publicitada como inocua.
Las técnicas de propaganda masiva hacen parecer perecederas las prácticas de accionar colectivo, y los dirigentes se erigen en un todo poderoso frente a este minúsculo poder que se sospecha descartable. Se reemplaza al alcahuete por el compromiso con la causa, luego la causa y su necesario correlato de las fuerzas convocadas se sacrifica por el acceso al poder, y así este se vacía de contenido y de transformación.
La respuesta por lo tanto no puede cerrarse solo a las prácticas políticas tradicionales, que habrá que caracterizar mejor y poner en cuestión, pero en nuestro campo si queremos que no pierda su brillo para las multitudes. Debe emanar y producirse de las prácticas sociales y culturales de resistencia y organización del sentido popular y nacional, de las barriadas de la villas, asentamientos y clase media argentina, con toda la riqueza expresiva que esto implica, y que comienza a desencantarse cuando huele y en algunos casos prueba que no sos bienvenido.